Colores (2)

Las paredes resonaban llenas de emociones pasadas, ya descoloridas, como aquel
verde pastel que mi padre había pintado en las paredes del comedor hacia un año y
medio.
Los tres espejos largos, delgados y curvos de la entrada, pequeña y estrecha, tenían marcas de polvo, de dedos y de sudor.
El lavabo olía aún a ambientador, jabón de Marsella, y un bote de champú sin tapón quedaba desamparado detrás de la cortina de la bañera.
La cocina con su pared naranja dejaba al descubierto un universo de vasos, de platos, de cuchillos y tenedores, de cenas, de fiestas....
La habitación, azul cielo, estaba casi completa, solo faltaba alguien poniéndose el pijama, o cambiándose para ir a trabajar, o para salir de fiesta...

El darle las llaves de mi piso a la nueva inquilina supuso para mi el final de una época, el final de una carrera pero el principio de todo, como si hubiera vuelto a nacer, como una explosión de colores, el verde pastel de las paredes del comedor, el naranja de la cocina, el azul cielo de la habitación... un remolino de sensaciones que me hizo viajar a otro mundo.
Mi padre llenó el coche con la mudanza,- él se pone muy nervioso con estas cosas y supongo que no le gustaba la idea de que yo dejara aquel piso en el que se habían dejado tanto dinero y esfuerzo,- yo no cabía en el coche así que cogí el tren, caminé apenas cinco minutos hasta la estación, con mi maleta lila, mi bolso y el ordenador portátil.
Mi piel reluciente de sudor, mi pelo rizado medio cogido con las gafas de sol, hasta que subí al tren.
Mire por la ventana como aquello quedaba atrás, tan simple como mirar por la ventana del tren, así pasa el tiempo ante los ojos; y otra vez aquella mezcla de colores mezclados con los rayos de sol, me puse un poco nerviosa, no me gusta cuando algo parpadea en mis ojos demasiado rápido, los rayos de luz con la velocidad que se filtran entre los árboles o entre las rendijas de un puente o de una valla.
Sol, sombra, sol, sombra, sol, sombra, sol, sombra.

Llegue a Barcelona sobre las seis de la tarde, hora perfecta para dejar las maletas, ducharme y volar de casa de mis padres hacia la calle, los bares, las amigas.
Mi color se había oscurecido un poco, no fue de mi agrado volver a casa de mis padres, siempre he pensado que me han protegido demasiado y cuando fue la hora de enfrentarme a la vida me volví muy insegura, no sabía hacer nada sin ellos y cuando llegaba la oportunidad de hacerlo me temblaban las piernas, me mareaba y siempre acababa llamando a mi madre llorando….
"La relación padres-hijos es diferente que la relación hijos-padres, cuando naces ellos ya están en el mundo, pero para ellos es un nuevo principio, viven sin ti y después naces, cosa que hace que el lazo sea mucho más fuerte y tendemos a no recordar ni dar las gracias que estamos aquí gracias a ellos"
Mi hermana no vino a despedirme al aeropuerto, no recuerdo bien porqué, lo que si recuerdo fue lo que me dijo antes de despedirnos:
”No me hagas tía antes que madre vale ?”.
En el coche con mis padres, vi pasar toda mi vida en Barcelona como algo que se va sutilmente por el reflejo de la ventana, rápido y luego lento, después más rápido.
El aeropuerto parecía vacío comparado con la plenitud que sentía en aquel momento.
Desde pequeña había tenido pánico a los aviones y a volar, pero en los últimos meses había volado tantas veces al Reino Unido que ya me había acostumbrado.

Embarqué en un mundo de sueños, cuando me quise dar cuenta estaba volando hacía Londres, donde Phillip, mi novio, y toda su familia, a la que ya conocía desde hacía un año, me esperaban.
Antes de despegar sentí aquella presión en mi cabeza y los nervios en el estómago, agarré fuerte con mis manos una revista de la compañía aérea mientras la azafata me decía: - please, you can’t have anything on your hands during the taking off, thank you.- con aquella sonrisa incrustada en la cara de…tengo vocación y mucha paciencia.”